martes, 27 de abril de 2010

Deja vu

Después de unos días de obligado silencio, vuelvo a estas páginas con el desánimo que me proporciona la actualidad. Sí, una se rearma moralmente para combatir o por lo menos ser capaz de levantarse y seguir caminando cuando las cosas no van todo lo bien que sería deseable, pero no puedo quitarme de encima ese “deja vu” que pone de manifiesto cada día la prensa. Y no porque yo lo haya vivido, sino porque me suena a las historias de nuestros abuelos. Cada día los ataques a la Iglesia, a la derecha, a la verdad, a la paz social, al sentido común, nos hacen rememorar un tiempo no vivido, una época que creíamos ya olvidada, pero que surge del subconsciente como un resorte cuando, de forma inesperada nos hiere una y otra vez. Y es que, desgraciadamente, sabemos como acabó todo aquello.

No puedo aceptar la imprudencia que supone poner en pie de guerra a los muertos otra vez. Por Dios que descansen en paz y nos dejen descansar a nosotros. Porque esa guerra, que no fue la nuestra, acabará siéndolo si no se pone fin a esta espiral de violencia, de mentira, de total irresponsabilidad ante el presente y el futuro. ¿Acaso no saben que no se puede modificar el pasado? Se puede interpretar, pero los hechos son los que son, y sobre ellos –aciertos o errores- se construyó nuestro presente. No hay nada más absurdo que construir el futuro sobre el pasado, sobre todo cuando se vive para reinterpretarlo una y otra vez. Cada generación comparte con las demás la responsabilidad de construir un mundo mejor, y debe partir de ella misma, de los logros que consiguieron las anteriores y aportar así al futuro un poco de esperanza.

Decía Ibn Jhaldum que el hombre se parece más a su tiempo que a sus padres, y ahora pretenden asimilarnos a nuestros abuelos o bisabuelos, es absurdo, necio y peligroso.

¿Acaso no tenemos suficientes problemas? Cuatro millones y medio de parados, familias que están en bancarrota, comedores sociales faltos de medios para dar alimento a un número de comensales cada vez mayor, fracaso escolar, violencia entre los niños, adolescentes, jóvenes y adultos, una sociedad que para integrar a las minorías ataca a las mayorías, falta de respeto generalizado a personas, instituciones, autoridades…..y una tensión social que pretende que las leyes se apliquen según se piense y no según se obre…

Dejemos que los muertos lloren a sus muertos y pongámonos a solventar los problemas de hoy, para que nuestros hijos no lo paguen mañana, y dejemos que nuestros antepasados sean responsables de los suyos