sábado, 22 de octubre de 2011

Treinta monedas

No es que no haya tenido nada que decir, o que haya desaparecido de este mundo virtual, es que, a veces, cuesta pensar que sólo escribes en contra, poniendo negro sobre blanco todo aquello que te duele, que te hace daño, y lo cierto es que aunque te desahogas, no existe conjuro posible para esta España y el mundo que estamos viviendo. Daba un poco de miedo cuando oíamos hablar de la “primavera árabe”, y fue peor cuando se quiso asimilar el 15-M a dicho movimiento. Hoy leo con tristeza que la muerte de Gadafi ha manchado de sangre “la primavera árabe”, como si no se hubieran quemado iglesias, perseguido y matado a los coptos, ¿no tienen sangre los coptos?, ¿vale más la sangre de Gadafi que la de los centenares de cristianos perseguidos y asesinados en el “mundo árabe” con primavera o sin ella? Y es que volvemos una y otra vez a Barrabás.

Ayer, daba grima oír lo que los políticos decían sobre la tan cacareada paz de ETA. ¿Tú te lo crees hijo mío? Le contesté a uno de mis hijos que venía exultante y un poco incrédulo a decírnoslo. Dudaba, como todos, de lo que decían. ¿Qué paz es esa, que no la quieren las víctimas? Es la paz de los sometidos. Los que a costa de la sangre inocente y terror han alcanzado cuotas de poder y ahora nos pasan factura rebañando la poca libertad y esperanza que nos quedaba. El silencio de los corderos una y otra vez. Con ETA siempre es lo mismo. ¡Basta ya! Así paga España a sus héroes, despreciándolos, olvidándolos, no teniéndoles en cuenta porque ahora son incómodos para su proyecto político, para las próximas elecciones. ¡Dios, qué asco!

Estos meses me he enfrascado en lecturas de corte histórico. Asusta ver como el hombre no es capaz de aprender del pasado. La evolución del hombre es, sin duda, personal e intransferible. Es el hombre el que es capaz de evolucionar, la humanidad parece que no. Y si aplicamos la lección a España, da susto pensar que son autores ingleses los que más interés han tenido en conocer la personalidad y hazañas de nuestro Siglo de Oro. Que grandes hispanistas hay, y que pocos españoles interesados en conocer la generosidad y entrega de nuestros héroes. Y no es que esto ocurra ahora, es de siempre. Jamás se les recompensó lo suficiente en España, jamás se les reconoció más allá de la cerrazón de miras de los políticos de turno que los veían como un peligro a su situación. No se puede dar tanto y exigir tan poco. Y ahora, den el salto, como yo lo he dado y miren a la cara a Ortega Lara, a Regina Otaola, y a todos ellos, y sientan como yo la vergüenza que me ha dejado enmudecida unos meses, y que hoy rompo para gritar que yo no creo en esta paz de ETA, que son asesinos y deben pagar sus crímenes, y que no podemos, como Nación permitirnos el lujo de pagar a nuestros héroes con treinta monedas manchadas de sangre.