lunes, 18 de enero de 2010

Imagen

Hoy me he llevado varias sorpresas. La primera ha sido ver al PP explicándonos las bases de su negociación en el acuerdo sobre Educación. ¡Ya era hora, de conocer clara y concisamente, que proponen! Sobre todo para saber si estamos o no de acuerdo, y si representan el sentir de la gente que los votó. Esto, que debería ser lo habitual, es extraordinario, ojalá sigan haciéndolo, pero al Sr. Alonso, portavoz del PSOE, le ha parecido muy mal. ¿Por qué? ¿Tanto temen a la tan traída y llevada transparencia? ¿Pero no estaba en su programa electoral? Y es que sí, temen que sepamos lo que no están dispuestos a hacer o sencillamente conozcamos que aquellas propuestas de las que se apropian no son suyas. Por qué les parece mal que un partido informe sobre las bases de una negociación, que nos cuenten ellos también cuáles son sus propuestas y así podremos valorar mejor su trabajo y nuestros votos. Pero eso no entra en sus planes. La transparencia es la del papel celofán con la que sus asesores de imagen los envuelven y poco más.

Otra sorpresa, aunque cada vez menos, es leer las declaraciones del Sr. Leguina, y estar totalmente de acuerdo. Debe ser que “la vieja guardia” del PSOE está tan horrorizada como el resto de los mortales al comprobar la inconsistencia de las afirmaciones y actuaciones de este Gobierno, su total falta de lógica y solvencia política. Y es que aquellos políticos de la transición tenían otro bagage a sus espaldas. Algunos eran infumables y no siempre podíamos estar de acuerdo con ellos, pero al menos, eran coherentes y uno sabía que podía esperar de cada uno de ellos. Ahora no. Cada día dicen y se desdicen a la velocidad de la luz, eso sí, muy bien asesorados sobre el traje, la sonrisa o el fondo de la foto.

Una desearía que en lugar de tanto asesor de imagen que disfrace su inconsistencia y vanalidad, leyeran un poco más y se formaran en aquello que se supone es su trabajo: gobernar BIEN España. Para eso les pagamos.

Realidades virtuales

A pesar de que me la han recomendado, todavía no he visto la película “Avatar”, que parece ser algo más que el “boom” de la temporada. Mi hijo mayor me comentó al volver del cine que se había creado un nuevo universo, como lo creó “La Guerra de las Galaxias”. Supongo que acabaré viéndola, como todos. Pero reconozco que no es el tipo de cine que más me atrae. Todavía recuerdo el descubrimiento que para mis hijos supuso “Matrix”, estaban realmente deslumbrados y yo algo desconcertada. Ellos, que han jugado desde niños con los programas de los “SIMS” están acostumbrados a crearse realidades paralelas. Yo, comprendía la creatividad de diseñar sus casas, pero eso de incluir amigos, mascotas a lo tamagochi (mi pastor alemán vale mucho más que eso), novias, ocio o trabajos, de forma virtual realmente se me escapaba. Y no les cuento lo de “Second Life”.
Imagino que deberemos ponernos al día para comprender esa nueva realidad, en la que nuestros hijos se sienten tan cómodos y nosotros tan extraños. Porque mis avatares son los personajes de los libros que leo. Ahí si que me siento a gusto. Me sumerjo en mundos desconocidos y transito por sus calles de papel, viviendo realidades distintas. Y me gusta paladear sus palabras, más que oírlas o sentir como se desenvuelven sus trayectorias, antes que verlas en la pantalla. Y no crean que no me gusta el cine, pero siempre me ha parecido mejor un buen libro.
Y es que nuestros hijos están viviendo una era visual. La tecnología les pone ante los ojos cualquier tema, y es a través de la imagen como aprenden, como se expresan. Con la velocidad y la fugacidad del conocimiento que ésta les transmite. Sus citas son frases de películas, aunque antes se hayan publicado en un libro. Cualquier novela es inmediatamente llevada al cine, y hasta me pregunto si esto está definiendo una nueva narrativa. Porque acabada una novela, es fácil trasladarla mentalmente a la pantalla la mayoría de las veces.
No entienden que no quiera pertenecer a ninguna red social, y a veces agradecen que no participe en las suyas, como hacen otras madres. Y yo creo que pierden, entre tantas vanalidades, la calidez de la conversación, la distancia entre amigos y conocidos, y participan en entuertos que ni les van ni les vienen, distrayéndoles de lo que sustenta realmente la amistad. El espacio privado es tan importante…
Supongo que con el devenir de los años iremos acercando posturas, ellos y yo tenemos aún mucho que aprender, y uno no debe dejar de adaptarse al presente, porque el futuro sino resultará incompresible. Pero reivindico desde aquí esa relación personal que se establece entre el lector y el libro, sin interferencias, sin público, sin imágenes que nos distraigan.
Al final, cada generación tiene su mundo virtual y sus avatares, libros, películas o tecnología, válidos todos ellos para evadirnos de una realidad hostil y huraña.

viernes, 15 de enero de 2010

No se puede ocultar...

Tengo la insana costumbre de desayunar con las noticias de televisión. Cambio continuamente de canal, no buscando algo bueno, sino porque el tiempo, si no hay que viajar, es más específico en el canal autonómico, pero las informaciones, o mejor, el tono de las mismas suele ser infumable, igual pasa con los resúmenes de prensa que nos facilitan las distintas cadenas, en algunas se restringen a los diarios “del régimen”, y lo que dice “Público” solo me produce acidez, así que procuro no verlo. Como ven, la mañana empieza guerrera. Pero no quería hoy comentar los informativos, sino la publicidad que hay en las pausas.

Siempre me ha llamado la atención que anuncien ahuyentadores de roedores e insectos a esas horas, quizá, porque como les comentaba estoy desayunando y empezar a ver ratones deambular por la cocina no es plato de gusto. Pero el meollo del asunto es otro. Hasta hace unos meses eran los anuncios tipo “Cofidis” los que predominaban en esa franja horaria. Créditos inmediatos, una vez comprobada la solvencia del solicitante. Había una gran variedad de empresas que ofrecía dinero, no grandes cantidades, pero si microcréditos (de cuyos intereses era imposible informarse, dada la velocidad con la que pasaba el mensaje y el tamaño de las letras). Ahora han desaparecido de la pantalla; se han visto sustituidos por unas empresas que compran oro. Todas lo valoran estupendamente, y total… “esas pulseras que no te pones, esas joyas que te regalaron y no te gustan”, son ahora la fuente de ingresos que te ofrecen. Ya nadie fía. Y ver esos anuncios me ha hecho preguntarme por el Monte de Piedad: cuántas familias pudieron sobrevivir en tiempos difíciles empeñando joyas o bandejas de plata, y recuperaron mes a mes. Ahora la oferta es desprenderse de ellas, bajo eufemismos para no reconocer que son el pago de facturas cotidianas, el pan, la luz, el alquiler…, de una sociedad que no vende joyas para el ocio, sino por necesidad. Y es que el número de personas que viven en el umbral de la pobreza aumenta cada día, igual que la miseria, y la velocidad de los cambios, hace muy difícil adaptarse. Hace dos años, sólo dos años, cualquier trabajador se podía sentir seguro de su futuro, pedir créditos, hipotecarse. Las voces que avisaban de la que se nos avecinaba eran tildadas de catastrofistas y hoy, con un número cada vez mayor de parados, de personas que acuden a los comedores sociales, de fiambreras en los colegios y en el puesto de trabajo nos preguntamos cómo ha podido ser tan rápida la caída. Ya hasta se penaliza el ahorro. Tan sólo queda la venta de todo aquello “que nos sobra” y que tiene algún valor para sobrevivir.

Mientras tanto, los Bancos acumulan pisos de hipotecas impagadas y embargan sueldos y pensiones.

Puede que los indicadores económicos nos confundan, pero los anuncios matinales colocan a esta sociedad donde de verdad está, en la ruina.

martes, 12 de enero de 2010

Conjunciones planetarias

Parece que lo de la conjunción planetaria iba en serio. ¡Dios mío, Que frío!. Las calles se han llenado de nieve, de hielo, y sembrado de peatones que hacen todo lo posible para levantarse evitando volver a caer; el viento (ese, el dueño de la tierra) nos abofetea inclemente y decide derribar ramas y árboles, impidiéndonos avanzar… Una ya no sabe dónde debe mirar para conseguir dar un paso, cortito y prudente, sin volver a la primera casilla.

Y por dentro, estamos igual, congelados, paralizados por la realidad que nos ofende cada día. Este oasis, es ahora mismo un desierto siberiano para todo aquel que no comulgue con el tripartito y adláteres. El Estatut, y las declaraciones que provoca (ya se sabe, la culpa es del PP que recurrió al Tribunal Constitucional, no de aquellos que presentaron una Ley que se salía de los límites de la Carta Magna, a sabiendas), lo de las veguerías (ahora que ya nos han indispuesto con el resto de España, empezamos a discutir entre las poblaciones catalanas) y el coste que van a suponer. Puestos a retrotraernos en la Historia, que recuperen también la primogenitura o las ordalías.

Pero España no está mejor. Lo de la Presidencia Europea esta sonando a chirigota y me temo que nos va a traer más enemigos y desprestigio. La continua contradicción entre los propios miembros del Gobierno y el Presidente, es más que preocupante. Y lo cierto es que ya no nos creemos a ninguno; la Pajín diciendo que Zapatero es el líder indiscutible para la próxima legislatura, cuando dentro y fuera del PSOE todo el mundo sabe ya que es un inútil. Reconózcanlo, es para nota.

Y todo esto tan sólo es una muestra de lo que es vivir en un país que ha sustituido los principios por unos valores absolutamente mercantiles. Es la rentabilidad electoral la que justifica acciones y declaraciones, no su concordancia con aquello que supone el bien común. El resultado se mide en votos y no en logros, y así es posible que la mentira, la simulación, el engaño sean las herramientas habituales en su relación con el pueblo, con la seguridad de que su ejecutoria, en cualquier empresa, les derivaría directamente a un despido mucho más que justificado.

Han devaluado los principios, la palabra dada, la hombría de bien, disfrazándola de tolerancia, solidaridad, buenismo, y todo aquel que se atreve a defender los valores que recibió de sus padres es examinado con lupa, como un ejemplar de laboratorio o como un virus infeccioso contra el que hay que aplicar la vacuna de la alienación.

Aquellos que nos resistimos estamos congelados, la situación es realmente escalofriante, tan sólo una risa amarga hace aflorar el sentimiento de indignación, de incredulidad, y el compartir con otros nuestra propia desolación nos da fuerzas para soñar en el futuro.