domingo, 29 de septiembre de 2013

En manos de orates

Hace tiempo y ante una campaña de promoción de Cataluña, realizada desde el nacionalismo (el país que parla català), llegué a comprender que lo que pretendían los memos que nos gobiernan, era convertirnos en Andorra, que es el país que habla catalán, aunque también habla español y francés. Fue entonces cuando al Sr. Mas se le ocurrió que las selecciones catalanas podían competir bajo bandera andorrana, a lo que los andorranos se opusieron, como es lógico y natural, sobre todo teniendo en cuenta las dificultades que siempre ha habido para nacionalizarse allí y que el Sr. Mas no es nadie para decidir que se hace o no en Andorra.
Ese menosprecio implícito a Andorra nos da la medida de a dónde nos quieren llevar.
No les importa la verdad, histórica, económica, social, geopolítica,… en fin la verdad. Son como niños que patalean porque quieren volar, y no importa que eso sea imposible, creen que basta con desearlo para que suceda. Su voluntarismo es realmente patético, pero lo preocupante es que parece epidémico y contagioso. Frente a eso no hay reacción alguna. Ya se cansarán, pero no se cansan.
Desde lo de la “la casa i l’hortet” de Jordi Pujol (cada catalán aspiraba a tener una casa y un huertecillo), estamos retrocediendo en nuestra historia, y Cataluña parece cada día más provinciana. Con la excusa de la lengua y del “fer pais” han enriquecido a sus amigos a nuestra cuenta, y dilapidado nuestro bienestar en una aventura soberanista suicida.
Pese a su insistencia y de lo que “perdería Europa si no reconociera a Cataluña como  estado miembro”, resulta que la Comunidad Europea ya les ha dicho por activo y por pasivo que si se independizan salen de la Unión, y ahora no saben cómo disimularlo, porque el apoyo de Lituania parece que influye poco.
Y después del “Espanya ens roba” toca ahora decir que hay sentimientos, que la lengua y cultura españolas son buenas. ¿Entonces por qué llevan tantos años denostándolas?
Cada día una ocurrencia nueva. Lo de la doble nacionalidad es de sainete. Primero deberían saber si España está dispuesta a concederla, y si los catalanes que nos sentimos españoles nos acogeríamos o no a ella. Y por supuesto, la doble nacionalidad nos daría los derechos que la nacionalidad catalana nos quitaría. Entonces, ¿quieren decirme qué ganamos con el cambio?  ¿Volvemos a los ciudadanos o estamos hablando del territorio con el que llevan tanto tiempo machacando?
Ayer hablaban de que quieren a España, pero no a su Estado. ¿Algún Estado es merecedor de cariño? Porque sinceramente se puede reconocer o no su eficacia, pero querer a una estructura administrativa se me hace realmente duro.  Eso significa que los que amamos Cataluña también podernos abjurar de su estructura actual y de la que quieren imponernos, porque yo, personalmente no le tengo ningún cariño ni a este gobierno autonómico, ni a sus decisiones ni a su estructura, que no hace sino atacarme continuamente.
Su actitud ante la lengua española es la de un maltratador: te quiero pero hago todo lo posible por destruirte.  Y ese “amor” lo tenemos que soportar incluso cuando se denuncia y ganamos los pleitos. Y ese “amor” se paga en multas, amenazas y ofensas a diario.
Ni tan siquiera aman a Cataluña. Sustituyen sus símbolos históricos por banderas bastardas que no representan a nuestro pueblo, sino a sus intereses políticos. Piden reconocimiento y desprecian el reconocimiento que se les debe a otros pueblos que comparten una historia común.
Y el día 12, volveremos a salir con las banderas a la calle, a reclamar lo que es nuestro, nuestra españolidad, a gritar que no renunciamos, y volverán a callar el gobierno central y el autonómico.

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