viernes, 30 de noviembre de 2012

Educar


Tiene razón el lector que comenta mi última reflexión. Le agradezco sinceramente su opinión, que me induce a pensar y a expresarme.  Es difícil para los jóvenes abstraerse de tanta mediocridad y podredumbre.  Ahí estamos  sus mayores para, sin derrumbar ilusiones, ponerles una base firme en la que sostenerse ante tanto vendaval adverso. Y, debemos tener en cuenta que es mucho lo que van a tener que aguantar, ya que con la educación recibida en las escuelas, si hay algo de lo que están huérfanos es de valores y la capacidad crítica.  Y no me refiero a la pataleta continua en que vivimos, que esa está más que aprendida, pero, desgraciadamente les han enseñado a defender unos derechos que no se han ganado todavía y a despreciar los derechos esenciales inherentes a todo ser humano.  Da coraje que a edades excesivamente tempranas, les den voz y participen en asuntos que no les competen y que, a la larga, les perjudicarán, que a su lógica pasión reciban tan sólo respuestas manipuladoras, agudas en algún momento pero con la profundidad de un charco.  El sentido común está totalmente desterrado y crecen en un ambiente buenista que nos pone los vellos como escarpias.  Es esa falta de criterio y de responsabilidad su peor enemigo, ya que la juventud, se cura con el tiempo.
Ayer, mi hijo menor me comentó que la hermana de una conocida suya se había suicidado con quince años.  Hace unos meses la hermana mayor murió en accidente de tráfico. Y yo, sin conocerlas, no dejo de plantearme si hay causa-efecto entre una y otra muerte.  Porque aunque la muerte les rodea, los jóvenes parecen no aceptarla. ¡Como si eso fuera óbice a su existencia!, y buscar en ella una salida, a los quince años, habla mucho de soledad, de falta de amor, de comunicación, de apoyo, de valor… ¿A qué presión pueden estar sometidos hoy los jóvenes?  Se les permite decidir sobre cualquier cosa, muchos de ellos parece que hablan excátedra, dando lecciones a padres y maestros, sin que nadie, con sentido común sea capaz de ponerlos en su sitio y decirles que antes de sentenciar hay que aprender, hay que vivir, hay que darse muchos porrazos, afrontar ellos mismos las dificultades, bien acompañados, pero no sustituyéndolos y cuando ésto  ocurra, sus comentarios serán escuchados con el respeto que se han ganado. Los padres no somos “el primo de zumosol”, las dificultades han de superarlas ellos, estamos para orientar, para dirigir, pero no para vivir ni su vida ni sus propias experiencias, y también para curar las heridas,  para abrazar y para reñir, en definitiva, para educarlos.
Luchan por una libertad que no comprenden, y  que, la mayoría de las veces, es falsa. ¿Puede decirme alguien qué libertad hay en un partido político?  Luchan por la justicia y qué justicia ven en los Tribunales, luchan por una igualdad, que en el fondo ellos mismos no son capaces de asumir, dada su natural tendencia a formar grupos más o menos cerrados.  No les veo luchando por conseguir, a través del esfuerzo y del mérito, un lugar en el mundo que les permita desarrollar esos valores.  Son generosos, pero habitualmente con el que está lejos, porque con los cercanos pueden ser muchas veces mezquinos y hasta crueles.
Por eso, aunque el futuro es suyo, depende de nosotros, padres, maestros, políticos, jueces, etc… El ejemplo es el mejor espejo en el que se pueden mirar, y si analizamos la situación lo que estamos consintiendo es imperdonable.
Esta sociedad desengañada tiene que priorizar la vuelta a los valores. Es esencial. Quizás llegamos tarde al presente, pero, si  algo nos importan nuestros hijos y el mundo que vamos a dejarles, no podemos rendirnos, démosles armas morales, comentemos las noticias, dando argumentos, facilitándoles la tares de defenderse.  No podemos dimitir de nuestro presente ni de nuestra sociedad, ni tampoco de nuestra condición de padres. Hablemos con ellos, a veces parece que no conozcamos a nuestros hijos, que puedan compartir sus dudas y problemas con nosotros, dejémoslos hablar para saber por dónde se dirige su pensamiento y estemos constantemente a su lado, ayudándoles a avanzar en la buena dirección.
Formemos hombres y mujeres en el más profundo sentido de la palabra, ese es el camino, con la esperanza que nos da el Romancero Español: “Si no pude vencer reyes moros, engrendré quién los venciera”.

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