Uno recuerda siempre las poesías que memorizó de niño, o más bien de joven.
Hemos crecido, o por lo menos en mi casa así sucedió, rodeados de libros que nos invitaban a abrir sus páginas, y que en la adolescencia y primera juventud se mostraron como compañeros y maestros de la vida.
Cómo olvidar los primeros desengaños amorosos al son de “asomaba a sus ojos una lágrima…”, o el misticismo de “No me mueve Señor para quererte..” o el contacto con la muerte acompañados por “Recuerde el alma dormida..” , o la afirmación de “Aquí la más principal hazaña es obedecer..” , y Pedro Salinas, Miguel Hernández, y más Quevedo y Lope y… Tantos y tantos versos que han conformado nuestro espíritu.
A mi, personalmente, siempre me fastidió que a mis hermanos les regalaran el “serás hombre, hijo mío”, cuando yo era mujer y estaba tan de acuerdo con lo que el poema dice, y además jamás he creído que esos versos tuvieran sexo o género alguno. Tal es mi carácter, y creo que si vieran en estos momentos el rostro de mi hermano menor se reirían como él se debe estar riendo … Si, no cambiamos tanto a pesar de cumplir años.
Y eso viene a colación por el tema que hoy quería comentar, y es que en una conversación más o menos reciente con él, los dos sacamos a relucir y recitamos una poesía de esas que memorizamos de jóvenes. Nos miramos con esa complicidad de los que saben compartir un sentimiento y el agradecimiento a un poema que en nuestra juventud tuvo el valor de expresar mejor que nosotros mismos aquello que admirábamos, deseábamos o esperábamos de la vida, y que al cabo de los años, ya unos cuantos, nos ofrecía el consuelo de saber que hemos seguido por la senda que nosotros mismos nos trazamos y que, de alguna manera, simbolizábamos en aquellos instantes con palabras prestadas pero compartidas a lo largo de toda una vida.
Lo más curioso es que elegimos estrofas distintas, y probablemente si nos hubieran conocido de jóvenes, o incluso ahora mismo, no hubieran acertado la que cada uno de nosotros recitó en aquel momento.
Si quieren probar suerte, se llama “Acuérdate de mi”.
Da alguna pista mas (José María Gabriel y Galán)
ResponderEliminar