jueves, 4 de marzo de 2010

Entre las ruinas

Empiezo a pensar que esta crisis nos traerá, como la del 98, una reflexión sobre valores como la ética, la moral, etc.. No crean que soy una optimista, últimamente este concepto está profundamente deteriorado, es simplemente que hace unos meses se preguntaban en los periódicos dónde estaba la palabra de los filósofos, y ahora empiezo a oírla.
Probablemente la ofensa continua que sufren estos valores nos esté haciendo reflexionar sobre la sociedad que estamos construyendo y que inevitablemente legaremos a nuestros hijos y nietos. Son tantos los frentes: la educación, la sanidad, el aborto o la eutanasia, la verdad, la integridad, el mundo económico y laboral en su vertiente social, la banca…. que por fin empiezan a sonar esas voces que estábamos echando en falta.
Ha sido tan grave el descalabro económico, que hasta los estudioso del tema empiezan a hablar de la ética en los negocios y en la Banca, y de eso debemos alegrarnos. No sé si se impondrá un nuevo concepto más humano, pero decididamente este análisis no contribuye a la degradación, sino más bien a esa regeneración que deseamos. Sabemos que la Iglesia, sobre todo a través de las Encíclicas ha manifestado siempre que ese era el camino, ahora, desde otras posiciones se está llegando al mismo punto. Bienvenidos, ojalá sean capaces de difundir y extender estos conceptos en un mundo tan globalizado en el que personas, pueblos, naciones son diluidas en nombre del sagrado beneficio económico, dejando como “letra pequeña” el beneficio social del trabajo.
Ha sido tan grave el descalabro moral, que empiezan a surgir movimientos ciudadanos que ya no se callan, que salen a la calle, y que han comprometido a investigadores y científicos, médicos, filósofos y demás autoridades intelectuales. Bienvenidos, ojalá su voz se escuche sin las reticencias que la voz de la Iglesia provoca en algunos sectores.
Ha sido tan grave el deterioro en la educación, que el fracaso de esta generación debe llevarnos, irremediablemente a plantearnos tanto el concepto de docente como el del alumno. El objetivo de la educación traspasa el meramente cognitivo en tanto que las materias, debe suponer la formación en valores morales que hagan posible que el joven se acerque al mundo laboral con una serie de instrumentos asumidos. El esfuerzo, el mérito, la integridad, la responsabilidad en el trabajo, el cumplimiento de lo requerido, el reconocimiento de la autoridad, el respeto, una capacidad de iniciativa suficiente, y sobre todo una conciencia crítica que le abra los ojos al mundo. Muchos docentes tiran a diario la toalla ante la falta de decisión y de apoyo de las directivas de sus centros, ante la desidia. Y con esa pérdida de la autoestima estamos desperdiciando no sólo el presente, sino también el futuro.
Ha sido tan grave el deterioro moral de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, que ya no se oculta al ciudadano, se ha hecho evidente. Parece imposible la renuncia al buen gobierno y a su realización dentro de la norma moral que significa el bien común. El interés partidario, territorial, y otros intereses menos definidos, pero presentes en todas y cada una de las decisiones nos obliga, irremediablemente, a definir nuevos parámetros, o a recuperar los principios sobre los que se deben asentar. No es que estén alejados del pueblo, es que a veces, parece que estén contra él. Es cierto que son hábiles en la manipulación, pero ésta ha llegado a ser tan grosera en sus modos y formas que se ha evidenciado esa falta de moral. ¿Qué es la autoridad sin moral?, mero despotismo. Y en eso estamos.
Por eso, nos felicitamos cuando se alzan voces que, como un bálsamo, definen los errores de esta sociedad, no sólo en las medidas concretas, sino en el campo de los principios, abriendo una reflexión que es imprescindible para poder afrontar con un mínimo de coherencia el futuro. Yo las empiezo a oir, con la esperanza de que sean tantas y en tantos campos, que no quede más remedio que escucharlas.

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