miércoles, 9 de diciembre de 2009

Efectos palpables

Pocas enfermedades resultan tan dolorosas e incomprensibles para los familiares como el Altzheimer. Últimamente se han hecho públicos varios casos de personas conocidas que la están sufriendo o ya han fallecido, después de padecerla y prácticamente todos conocemos alguno que, más o menos cercano, nos afecta.

Lo peor no está en olvidar lo que has hecho a lo largo de tu vida (para algunos eso sería la panacea), sino la pérdida de identidad que supone no saber quién eres.

Con el avance de la enfermedad, el pasado remoto se revive con intensidad, mientras lo reciente es una incógnita. No existen problemas, porque no eres capaz de reconocerlos y porque, generalmente, alguien los resuelve por ti. No tienes sueños, ni metas. Y por mucho que se preparen tus familiares, cuando el olvido llega a no reconocer a los que amas, se crea siempre un punto de inflexión. Pierdes gota a gota tu vida, tus recuerdos, tus conocimientos, tus sueños, tus amores, y acabas perdiéndote a ti mismo. Te olvidas de caminar, de comer, de respirar,.. y dejas de ser.

Y esto creo que es lo que le ocurre a España. Porque me resulta imposible reconocerla, y creo que ya no sabe quién es. De nada sirve que algunos recordemos, cuando día a día pierde su identidad, renunciando a lo que la ha conformado a través de los siglos como Nación y a nosotros como pueblo. Puede que no estemos de acuerdo en las causas, pero los efectos están cada día en los diarios.

Algún día la ciencia conseguirá descubrir cómo frenar o curar la enfermedad en las personas, pero en nuestra Nación debemos ser nosotros los terapeutas. No permitamos que España deje de ser, debemos su memoria, su conciencia, hasta que recupere la facultad de reconocerse. La dejadez o el silencio, en este caso, serían traición.

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