martes, 29 de diciembre de 2009

Hablar de Dios

Cuando los sacerdotes dejan de hablar de Dios, se vacían las iglesias. Los feligreses emigran hartos de tanto gemido nacionalista, de tanto mirarse el ombligo, de tanta política, para eso siempre es más ameno un mitin con globos y banderitas. Pero eso no significa que no busquen espacios de espiritualidad en otros lares. Por eso hemos visto, los de mi generación, como salían gurús de debajo de las piedras, magos y hechiceras de cualquier pelaje, que bajo un manto esotérico daban consejos para mejorar la vida de cualquier infeliz. Otros se han acercado a cualquier forma de espiritualidad, por extraña a nuestra civilización, que fuera. El zen, la meditación de corte hindú, los budistas, la deificación de la naturaleza de los indios primitivos, la santería.. incluso el Feng shui (ya se sabe, la armonía, la orientación de las habitaciones y muebles), el minimalismo como distribución del vacío han pasado a formar parte de conversaciones cotidianas.
Y es que el hombre tiende a buscar a Dios, aún sin creer en El. Deifica cualquier nimiedad con tal de aferrarse al Ser Supremo, y simboliza su poder en piedras, árboles, montañas, sabios, o poderosos.
Yo no sé si algún día se podrá demostrar racionalmente la existencia de Dios, pero estoy convencida de que el hombre tiene la capacidad de conocerlo y por eso, porque sabe de su existencia, Lo busca.
Cuando los sacerdotes hablan de Dios, las iglesias vuelven a llenarse, porque dejan de ser protagonistas para ser instrumento transmisor del Evangelio y llenan de espiritualidad nuestras vidas, nos hacen mejores, nos dan esperanza, nos ponen en marcha en la dirección correcta y eso nos hace más felices.
Confío que la llegada del Obispo Munilla tenga el mismo efecto que tuvo el obispo de Tarrasa: De pronto, los sacerdotes hablaban de Dios y los seminarios y las iglesias se llenaron de fieles. Esta corriente se va convirtiendo en río, y cada vez oímos llamar por su nombre a los sacerdotes, más cercanos, más implicados en la vida de sus fieles y menos intervencionistas en política y urnas. Todavía hay algunos que no saben callar a tiempo, pero parece que corren nuevos aires y por eso nos felicitamos todos. Ojalá esta sea la tónica del nuevo año.

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