miércoles, 9 de diciembre de 2009

Desde el oasis

Yo vivo en el oasis. No crean que me hace una especial ilusión, más bien acostumbrada al cinismo que nos envuelve, es la resignación combativa la actitud con la que más me identifico. Porque vivir en el oasis, significa que en cuanto te alejas del pesebre, el desierto es duro, inclemente. La piel se te curte necesariamente, y por eso las rojeces que a veces aparecen en tus mejillas se deben a la vergüenza o a la indignación que nos produce la actitud de nuestros jerifaltes.
Ellos hablan por nosotros, pero a nosotros no se nos permite hablar, la discrepancia, en el idioma que sea, es causa de expulsión, de destierro, dejas de ser “uno de los nuestros”. Y yo es que nunca he sido uno de los suyos, gracias a Dios.
Saben, y eso es lo peor, que la mayoría no está con ellos, pero les importa un comino, hablan excátedra y se autoconvencen de que es dogma todo lo que afirman. Sancionan y recriminan cualquier actitud que no esté de acuerdo con la que oficialmente ellos consideran correcta, siempre en nombre del bien general, de la progresía, y tan lejos de la calle que nos resulta a veces irreconocible.
Hablan de la libertad, siempre aplicada al establismen, pero nunca a las personas. Porque no somos diferentes. Los que vivimos aquí tenemos las mismas preocupaciones, sufrimos las mismas enfermedades, soportamos las mismas deudas, nos persiguen los mismos temores... Militantes, hay pocos. Generalmente saltamos por lo mismo que en cualquier otro punto de España: el bolsillo, el paro, la seguridad, el recorte de coberturas de la Seguridad Social, las subidas de impuestos, etc... Después cada uno tendrá sus opiniones sobre la escuela pública o concertada, la lengua en la que se ha de estudiar (aunque todos coincidimos en que el sistema educativo es un desastre), el nivel de intervencionismo del Estado (siempre según conveniencia personal, no lo olvidemos), el valor de los sindicatos, etc... Es decir, como en el resto de España.
En nombre de la libertad, 3 de cada 10 catalanes votó un Estatut, que la mayoría no ha leído y que supone el mayor recorte de libertades imaginable, eso sí también supone una afrenta chulesca a nuestra Carta Magna. Y se atribuyen la condición de expertos en constitucionalismo (si no es constitucional, que cambien la Constitución) con la misma indignidad que ocultan sus chanchullos compartidos, comprendidos o justificados. Tienen la razón siempre (no importa el argumento que esgriman) y sobre todo hablan en nombre de un pueblo que parecen desconocer y al que utilizan siempre de escudo.
Mientras, en el oasis, vivimos asfixiados y en eterna contradicción, tenemos la libertad de irnos, ya que somos molestos, pero algo nos impide renunciar a esta tierra que es nuestra.

1 comentario:

  1. Suscribo cada una de estas lineas y me apena pensar que sufris, a cuadrado, el oprobio que padecemos el resto de los españoles. Animo que no hay mal que cien años dure... ni cuerpo que lo resista.

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