lunes, 15 de octubre de 2012

12-O

Han pasado unos días, y todavía no sé cómo explicarlo. Probablemente todos estábamos alerta, esperando ese toque de llamada que llegó de un hombre del pueblo, que habla castellano con acento catalán, nada mediático, sin marketing ni publicidad, sin cursos de dialéctica, simplemente de “uno de nosotros”, que tan sólo pretendía que los catalanes que nos sentimos españoles dejáramos de ser invisibles. Un hombre del pueblo, como el Dos de Mayo. Benditas redes sociales. Cuando me llegó la convocatoria, mis hijos ya se habían adherido y el número de confirmados ya superaba los 25.000.

Nadie, que no lo haya vivido, puede comprender la inquietud de la noche anterior, el miedo a ser pocos, la confección de pancartas en las casas particulares y la determinación de que aunque cayeran chuzos íbamos a estar allí. Poco nos importaban los números, uno a uno sumamos y en cualquier encuentro con alguien que podía estar de acuerdo con la convocatoria la despedida era nos vemos el 12 a las 12.

Salimos de casa cada uno a una hora, cada uno con su grupo de amigos. Bajamos andando y ver en la Diagonal ya banderas españolas nos inundó de una alegría difícilmente descriptible. Se nos iba acelerando el paso y ya por Paseo de Gracia, mirándonos a los ojos, nos íbamos reconociendo a pesar de ser desconocidos. Familias, grupos de jóvenes y no tan jóvenes, muchas señoras de cualquier edad y condición, parejas,… En la calle Aragón se iban desplegando las banderas que algunos llevaban en bolsas o en el bolsillo para evitar conflictos. A partir de allí, todo era un mar de alegría y de banderas.
Llegamos a las 11.00, y la Plaza de Cataluña ya estaba llena. Actuaban grupos que hacían de teloneros al manifiesto que se leería a las 12.00, hora en que la mayoría estábamos convocados. A las 11.30 ya no cabía nadie en la Plaza, ni siquiera en ese segundo círculo que queda separado por plantas. Las aceras de Corte Ingles llenas y la Ronda de San Pedro cortada al tráfico, igual que el Paseo de Gracia a la altura de Gran Vía. Tan sólo en la zona de acceso por Plaza Universidad (lugar en el que se concentraron los 50 violentos que agredieron a una familia) estaba más o menos vacía, y llena de policías.

Teníamos conocimiento de mucha gente que había acudido, nos enviamos sms, pero no llegamos a vernos, era imposible. Y no hablo de personas, hablo de grupos enteros. Pancartas que no llegamos a contemplar, ya que había tantas banderas que nos impedían ver a las personas que las portaban.
Se encontraron un grupo de seguidores del RCD Español con algunos seguidores del Barça, con la camiseta de blau grana y banderas españolas. ¡Nos alegramos de veros aquí!, abrazos cuando lo habitual en los campos de futbol es insultarse mutuamente.

 Mucha gente joven, personas mayores a las que sus hijos no les dejan expresarse, y nada de miedo, sino una alegría contagiosa de ver que no éramos tan pocos, que ¡por fin! veíamos las caras de miles de desconocidos que, como nosotros, están hartos de mentiras, de nacionalismo.
 Al leer el manifiesto en inglés (después de haberlo hecho en catalán y en castellano), cayó un verdadero aguacero. Se abrieron los paraguas que cobijaron a todo aquel que cabía dentro, conocido o no, qué más daba. No os marchéis, aquí hay sitio.

Al final, volver a casa, felices, andando, con nuestra bandera hasta la portería, los ferrocarriles de Cataluña llenos de banderas españolas y catalanas. Las calles de Barcelona, por unas horas, lucieron con orgullo esa Bandera que nos une, y por la que, a cara descubierta salimos a la calle miles de catalanes, dispuestos a todo.

¿Dónde estuviste? Por sus explicaciones, a pocos metros de dónde yo estaba, pero no nos vimos, y así una y otra vez… Compañeros de clase, de deporte, de trabajo, de asociaciones, .. y no llegamos a vernos.

Después, en la prensa, la guerra de cifras. Falsa como todas. Las cámaras de Plaza Cataluña, que casualidad, se apagaron, para no ver, porque no quieren ver lo que no les gusta. Imposible hacernos creer que éramos 6.000, cuando en Marzo en una manifestación independentista que no llenó la Plaza dijeron que eran 8.500. No da ni rabia, sólo risa. Pero a pesar de todo, sabíamos por anticipado lo que iban a decir y lo asumíamos, pero lo que vivimos fue mucho más de lo que esperábamos y de lo que ellos consideraban asumible. Dos banderas, dos lenguas, pero un solo sentimiento de unidad. Somos españoles de Cataluña, catalanes de España.

Francás comentó que un niño al nacer llora, pero sólo es el principio de la vida. Hemos roto el silencio, ahora sólo queda hablar más y más alto, y que los que por miedo no salieron, salgan la próxima vez.

1 comentario: