miércoles, 11 de noviembre de 2009

El trastero

Cada Noviembre, por estas fechas, una empieza a pensar en la Navidad: tengo que bajar el Belén, decorar la casa, pensar en lo que cocinaré,… ¡Que estrés!

Como paso previo, y siempre doloroso, te subes al altillo, o bajas al trastero (según la modalidad), para descubrir al lado de la caja marcada con letras enormes “BELEN” un sinfín de paquetes y bolsas que recogen todo aquello que ya no cabe en casa, pero de lo que te cuesta mucho desprenderte. Año a año crecen los bultos, y siempre, para consolarte, te deshaces de alguno, para hacerle sitio, irremediablemente, a otro que ocupará su lugar.

Por lo general no recuerdas qué contienen, pero inevitablemente al abrirlos por cualquier esquina, se te pone cara de boba y te inundas de recuerdos.

La situación se agrava si te ayudan tus hijos y en esos paquetes hay juguetes. Entonces hay que abrirlos del todo y dejar que los toquen, que vuelvan a sentarse en el suelo con ellos entre las manos. Recuerdan con ilusión dónde están los botones para hacerlos funcionar o buscan los complementos como si en ello les fuera la vida. Pasan unas horas acariciándolos, reviviéndose y sonríes al pensar que con el tiempo se compraron una bicicleta de descenso parecida a la del Action Man, que sigue su afición al mundo de los Bomberos, o que al final tenemos un perro igual que aquel peluche…

Luego hay que guardarlos, archivarlos en el trastero igual que en la memoria. Aunque siempre queda alguno fuera, que desde la estantería luce orgulloso su capacidad de supervivencia.

Y cuando por fin cierras el trastero, sabes que, por unos instantes, los Reyes Magos han visitado tu casa.

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