jueves, 5 de noviembre de 2009

Naturalidad

Una, que aún recuerda como era de joven, no puede dejar de sonreír al evocar cómo defendía con vehemencia, en sus años mozos, aquello que considerábamos “naturalidad” y que oponíamos a “hipocresía”. Y sonrío porque hoy en día huyo de lo que se considera naturalidad como gato escaldado del agua fría.

Y, es curioso, porque esta sociedad que se mira tanto en la imagen, en la moda,…al abrir la boca peca de una “naturalidad” rayana en lo escatológico. Y no exagero, se lo prometo. Y sino, pasen y vean:

Nos hemos acostumbrado a “sufrir en silencio”… las hemorroides, a “controlar nuestra regularidad” con un yogurt o a solucionar las molestias de “esos días” con todos los productos higiénicos y sanitarios a nuestro alcance, y todo esto desde el salón de nuestra casa. Yo comprendo que los comerciantes desean vender sus productos y agradezco los eufemismos que emplean y hasta desearía que dentro de esta línea se mantuviera todo aquel que se asoma a la pantalla del televisor. Debemos reconocer el esfuerzo que realizan por matizar la evidencia, a pesar de que la emisión de dichos anuncios no suela ser en el momento más adecuado, si es que hay alguno.

Pero no, sólo ellos se limitan a sugerir. Los participantes de varios programas son más explícitos. Consideran naturalidad comentar como les afecta el aire que expelen sus cuerpos al exterior (sea cual sea el conducto), el funcionamiento de sus intestinos ó el número de relaciones sexuales que mantienen al día (ellos no las llaman así), sus parejas, el entorno dónde se realizan... valorándolo todo como si de algo extraordinario se tratara… Señores, que estamos en el siglo XXI y todos sabemos como hemos llegado aquí. ¡Vaya novedad!

Y lo malo de esto, es que tiende a generalizarse, que crean escuela…A ellos les pagan por exponer sus intimidades (las más de las veces su desvergüenza), pero su actitud parece calar entre los que les siguen a diario, y que nos ofrecen en cualquier momento y lugar su repertorio particular (y gratis, oiga).

Reconozco que el nacimiento de un bebé es uno de los hechos más sublimes de la existencia, pero de ahí a grabarlo en vídeo y pasarlo en el salón delante de los invitados, media un abismo.
El otro día me comentaba con estupor una amiga, como una conocida suya, en una reunión familiar (abuelas incluidas) se puso a explicar, con todo lujo de detalles, la primera relación sexual que tuvo con su hoy marido, también presente (olas y amaneceres adornaban el relato).
No solo el pasmo, el pavor, la incredulidad y un profundo silencio inundaron el salón. ¡Esto no puede estar pasando! ¿Y qué haces para salir de esta? ¿Aplaudes?

Quien no ha oído, tras la comisión de una falta o el afeamiento de una conducta, la consabida frase… ¡es que soy así!… Pues señor, edúquese, que los demás ya nos hemos tomado la molestia.

Y es que una no acaba de acostumbrarse a oír, ver o leer, conversaciones que antes manteníamos en petit comité y siempre en voz baja, o ante facultativos y con cierto sonrojo.

Y mueves la cabeza de un lado a otro repitiéndote no es esto… no era esto. Y acabas dando las gracias ante cualquier gesto que suponga educación o aquellos tan mal vendidos modales, que hacen la vida siempre más agradable.

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