martes, 3 de noviembre de 2009

El gobierno de los mejores

Una no sabe a quien echarle la culpa… Si al Corte Inglés con sus campañas, a la Coca-Cola, a L’Oreal, (porque yo lo valgo), o a quien, pero lo cierto es que a los asesores de imagen de nuestros próceres mejor les iría si pusieran en práctica aquello tan familiar de “busque, compare y si encuentra algo MEJOR, cómprelo”. Y señalo “mejor”, porque pienso que en ese concepto es dónde radica el quid de la cuestión.

Acostumbrados a la tiranía de la imagen, olvidan que no los votamos por jóvenes y bellos, sino para gobernarnos. Y, si bien es cierto que la fotogenia resulta más favorecedora, el Photoshop ya nos ha demostrado que no es tan fundamental, unos retoques… y como nuevo.

El problema es que en esta carrera por parecer jóvenes, olvidan la edad que realmente tienen y uno, que espera oír a una persona a la que los años y la vida han ido forjando en las ideas, en el lenguaje, en la comprensión, se encuentra casi siempre con el mensaje breve y simplista, en el fondo y en la forma, de un chaval. Y se pregunta: son tontos o se creen que los tontos somos nosotros.

Ese “buenismo”, me resulta aterrador. Porque no nace de la formación que se supone tienen, de un concepto de lo bueno y lo malo, de lo correcto o incorrecto, sino del desiderátum de un niño…. Y yo soy madre. Y como la mayoría de vosotros me he sorprendido con la ingenuidad con la que los niños resolvían las cuestiones. Y me he encontrado explicándoles que las cosas no son exactamente así, como ellos las ven, sino mucho más complejas. Y que no basta con desear, hay que actuar.

Uno aspira a que le gobiernen los mejores, no los más bellos, ni los más jóvenes, ni los más ricos… los mejores, con independencia de su edad, su condición o su aspecto. Aquellos que sean capaces de poner a disposición de la sociedad su experiencia, su conocimiento, su saber con verdadera vocación de servicio y de pedagogía, porque así conseguiremos entender sus motivos y valorar sus decisiones.

Algo que realmente nos es imposible en este momento en el que cualquier medida que se adopta tiene como objetivo el éxito en el corto plazo, generalmente en el ámbito electoral.

Y pienso que, en esta inacabable contienda electoral, solo somos capaces de percibir el humo de tanta hoguera que, como pirómanos locos o niños con cerillas, encienden a diario, para disfrutar de la efímera belleza de las llamas.

Y mientras tanto se consume nuestro país, nuestra sociedad, nuestra civilización entre aplausos a la frase ocurrente del día.

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