sábado, 7 de noviembre de 2009

Por no callarme

Hay días en los que una no está para nada. Intenta convencerse de aquello de “se hace camino al andar” cuando el despertador, con su impertinencia habitual, te recuerda que es hora de levantarse. Entre las sábanas añoras aquellas mañanas en que abrías los ojos al sonido de las campanas y que tenían sabor a sábado.

Y es que se acerca el frío anunciando la llegada de un invierno, que se nos augura algo más que inclemente. Y una se despereza con decisión, pero sin energía, agarrando la mañana por el pescuezo y sobreponiéndose a las ganas de volver a taparse y olvidarse por un ratito del día que ya ha nacido.

Una vez superado el doloroso trance de levantarse, toca vestirse de super-woman o mujer maravilla, capaz de sortear cualquier dificultad o vencer todos los molinos cotidianos, llenando los bolsillos de piedras para no dejarse llevar demasiado por los vientos que corren. Sólo se deben dejar volar los sueños. Porque sin sueños, la vida pierde mucho. No importa si se cumplen o no, están ahí empujándonos a alcanzar cualquier utopía. ¡Te imaginas si….! Y somos felices con tan sólo dibujar en el aire una realidad distinta. Como cuando éramos niños y diseñábamos nuestras habitaciones con medidas de estadios de futbol.

Todo es posible en otoño, cuando el paisaje se desnuda de verdes, para que podamos disfrutar los ocres, los rojos, los marrones,…y nos inunda esa añoranza que invita a recogerse y a descubrir el calor de las pequeñas cosas…

Pero el reloj acucia, y hay que volver a la intemperie, al pan nuestro de cada día, a las prisas, a multiplicar los minutos para llegar a todo…

Y es que hay días en los que una no está para nada, y antes de salir de casa se despide con resignación de sus zapatillas.

1 comentario:

  1. Estamos todos hechos unos literatos. Esto parece un taller de escritura.

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