sábado, 7 de noviembre de 2009

Y colorín colorado...

Comentan en alguna tertulia que nuestro Presidente ha cambiado el gesto. Ya no sonríe tanto ni por todo, se le ve más serio, es decir “que ha perdido la risa, ha perdido el color…” Y una respira. Parece que en Fantasía Alicia se ha despertado fuera del País de las Maravillas (los gritos de su madre, ya se sabe…) o que ha comprobado que no basta con calzarse unos zapatos rojos (evidentemente) para que el camino se abra a su paso…

Y es que en este mundo de birlibirloque encontramos a sindicalistas comiendo en restaurantes de constelaciones de estrellas, y son los empresarios los que pierden sus ahorros y sus viviendas. Y mientras que esos mismos sindicalistas convocan manifestaciones contra los empresarios, los autónomos salen a la calle en protesta para sobrevivir, como los “descamisados” en los que parece querer convertirlos la ineficacia de nuestra Administración.

Aseguran que estamos mejor que el año pasado (ya se sabe, el Presidente está para darnos ánimos, no disgustos). Y pretenden que nos alegremos porque el número de personas que perdieron su empleo ha crecido en Octubre la mitad que en el mismo mes del año pasado (eso habría que verlo sin maquillaje). Pero callan alevosamente que por estas fechas, en 2.008 había 2 millones de parados y ahora superamos los 4 millones. Sus expertos parece que sólo sirven para asesorarles en cómo dorarnos la píldora cada día. (maté siete de un golpe, ¿les suena?)

Los que realmente saben como lo pasan los ciudadanos son los centros comerciales, supermercados, etc… que este mes de Noviembre han lanzado miles de propuestas de descuentos, las estanterías de sus establecimientos no mienten. Las amas de casa, que retomando la “nouvelle cuisine” de nuestras abuelas, hemos aplicado radicalmente el 2 x 1 en nuestras casas a base de platos de cuchara. Hasta la moda parece echarnos una mano desempolvando las hombreras…

Los centros de Cáritas están desbordados, y en sus comedores volvemos a la “sopa boba” que se multiplica, gracias a Dios, como los panes y los peces. Cada día hay más pobres. Aprendí de niña, de la mano de mi abuela, lo que eran los “pobres vergonzantes”. Luego los volví a encontrar en los archivos medievales de algunas iglesias. Hoy están en todas partes.

Parece que no aprendemos; el progreso se mide en parámetros tan alejados del hombre que nunca alcanza a modificar las realidades más acuciantes. El Rey Midas ha dejado de comer, pero no convierte en oro lo que toca, sino en cenizas.

Hoy miramos de frente nuestra sociedad y la vemos “en el traje del emperador”, es decir, desnuda, pero no nos da risa. Y acudimos a los arcones de nuestra conciencia para sacar de ellos aquellos valores que nos hacen seguir manteniéndonos de pié, soportando las inclemencias. Nos agarramos desesperadamente a nuestras convicciones, a nuestra fe, a nuestras familias y amigos para recuperar el equilibrio y el sosiego. Y es que, por mucha crisis que haya, esto no nos lo pueden quitar.

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